miércoles, 12 de diciembre de 2012

Correr. Fluir.


Mi experiencia como maratoniano

Entre los utópicos sueños de mi juventud (tener un hijo, escribir un libro, aprender sánscrito, tocar el piano, saltar en caída libre desde un avión) estaba correr un maratón, aunque mi pasado de fumador parecía no consentir en ello. Siempre había odiado la carrera, y sin embargo un día, hace 6 años, me encontré empezando a correr. Poco a poco el otrora repudiado deporte empezó a engancharme, y de pronto volví a considerar la posibilidad de realizar un viejo sueño.


Correr un maratón constituye un reto para cualquier corredor aficionado; el antiguo legislador que llaman vulgo considera que uno se “doctora” en la carrera a pie cuando corre su primer maratón. No voy a entrar en las cuestiones técnicas, que otros mejor preparados os contarán; sólo os hablaré de algunas sensaciones personales.

En latín sabia y hermosamente se decía Per ardua ad astra; hoy se desprecian la constancia, la disciplina y el trabajo que cuesta conseguir las cosas que realmente valen la pena. Lamentablemente también hemos olvidado a los poetas; como escribió Kavafis, cuando emprendas tu viaje a Ítaca / pide que el camino sea largo, / lleno de aventuras, lleno de experiencias. Sí, curiosamente lo mejor del maratón no fue acabar, sino los entrenamientos, el trabajo duro de series, intervalos, tiradas largas, el frío y el calor, el día y la noche, la lluvia, la nieve y el granizo (que de todo tuve, afortunadamente). En el primero que corrí seguí un plan que obligaba a tiradas progresivamente más largas todos los domingos; un día que tocaban unos 30 kilómetros salí temprano hacia Calzada, por pistas de tierra; tras soportar un breve pero intenso aguacero nada más empezar, tuve el inmenso privilegio de que me saludase un doble arco iris tan grande como el horizonte, que parecía contener y regalar toda la luz del mundo. En otra de esas tiradas largas en Galicia me fue deparado disfrutar de esa absoluta sensación de fluidez que pocas veces alcanzo como corredor: ese sentimiento de total comunión contigo mismo, con tu cuerpo y con el mundo, en el que todo fluye y se integra en un momento de lucidez vital, profunda, liberadora, eso que llaman sensaciones oceánicas y que (para mi) es una de las experiencias más escasas y huidizas, pero fundamentales en la vida.

Y llegó el día de la carrera... Nada tan vivificante como el nerviosismo de tu primer maratón, la sempiterna duda de si serás o no capaz de acabarlo, el miedo pero también la alegría de estar allí, en ese momento, después de muchas horas de entrenamiento, de tiempo robado al descanso, de saber que lo has puesto todo de tu parte y que ahora, enfrentado a ese durísimo reto, vas a poner a prueba tu voluntad, tu fuerza, tu resistencia, tu disciplina, tu capacidad de sufrimiento, en suma, todos los recursos que te han forjado como corredor y mejorado como persona. Y lo acabé... 3h 56’ para mi primer y glorioso maratón. Y van tres... por ahora.

Manuel M.

2 comentarios:

  1. Que no serán los últimos!

    Además, alguno vendrá con 180 kms de bici previos...

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    1. Gracias por tu confianza, Alberto! Espero llegar a ese reto! (y os caerá otro articulito...)

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